“Un
recuerdo: estoy en casa y decido en un momento hacerlo. Así que me cambio de
ropa rápidamente y salgo a toda velocidad. Es casi verano y corro por las
calles despavorido porque voy mal de tiempo y sé que no dispongo de mucho para llegar al lugar por
dónde sé que ella va a pasar. Y lo hará en unos minutos concretos, eso es
seguro. Así que corro sin parar por las calles, saltándome algún que otro
semáforo y escuchando la pitada de algún que otro coche. La sudada que pillo es
monumental, y noto que ya no estoy en la forma en la que estaba hace unos años.
Pero llego
justo a tiempo, justo cuando ella está cruzando una calle por la que yo sabía que
tenía que pasar.
Se
muestra sorprendida pero contenta de que yo esté ahí, pero mis jadeos por la alocada carrera
no me permiten en unos minutos darle la explicación. Cuando lo consigo, hasta a
mí me parece la mayor ridiculez que he dicho en mi vida.
- Quería verte antes de que acabara el
día. Y no lo he pensado. Ha sido un impulso.
Disponemos de poco tiempo. La acompaño
y luego nos despedimos con miradas azules y caricias rápidas, como siempre.
El camino de vuelta a casa es más
sosegado, más tranquilo, pero no dejo de pensar que lo que acabo de hacer es
más propio de un crío de quince años que de mí.
Y una tremenda tristeza se apodera de
mi alma, esa misma sensación de vacío que hoy en día me sigue acompañando.”
E.M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario