Dedicado a alguien que es como las amapolas: de campo, asilvestrada, fuerte, potrosa, ... y muy bonita.
Y por ser la única en conocer el motivo por el que hago fotos al cielo.

Translated Skies

La espera


Esta fotografía ha sido tomada a través del ventanal de un Centro de Salud, mientras esperaba un diagnóstico. El título de la foto es uno de esos que vienen solos.
Además, añadir que el encuadre de la imagen me parece de lo más apropiado y metafórico a ese momento y a como me sentí: vulnerable, encajado y atrapado entre bloques de hormigón, y contemplando, a través de esa especie de barrotes, un cielo casi inalcanzable, símbolo de belleza, de libertad, de felicidad.
 
[Buen año a todos los que leáis esto. Y que hagáis muchas miradas hacia arriba.]

El arco de Cupido

 
"Un recuerdo. 
Camino hacia el centro de la ciudad en mitad de las fiestas de Pascua, porque hemos quedado en un bar de la calle Pelayo. Según ella, tiene muchas ganas de verme, que no aguanta más. De ahí su “escapada”.
Cuando llego, ella ya está dentro. Me quedo parado en el umbral de ese bar, mirándola. Tengo ese recuerdo vivo dentro de mí, da igual los veranos que pasen, o los otoños grises. Es como si le hubiera hecho una fotografía en ese instante, como esas que hago del cielo, para que permanezca para siempre, y que se quedará conmigo hasta mi último día.
Fotografía: está sentada ante una mesa pegada a la pared. El sol entra por una puerta que tiene a la espalda e ilumina su pelo recogido y su chaqueta de cuero negro, esa que le queda tan bien. Ojea unos libros.
Por unos instantes no me muevo de ese umbral, solo la miro y pienso que es lo más bonito que he visto nunca (es curioso, sigo pensando lo mismo, tanto tiempo después). En mi cabeza suena a todo volumen "Inspire Me", una canción cálida de Paul Carrack. Cada momento tiene su banda sonora, y esa música es la que asocio siempre a ese instante. Lo que me apetece realmente es bailarla con ella por encima de las mesas, por encima de la vida, mientras todos nos miran con las bocas abiertas y los ojos abiertos y las almas envidiosas de tanta locura nuestra.
Ella no se da cuenta de que estoy ahí, y sigue ojeando absorta los libros que ha comprado. Sólo cuando emprendo el movimiento y entro es cuando se apercibe y me mira sonriente. 
Llego a su mesa y me siento a su lado. Y puede más mi timidez que las ganas de verla durante esos siete últimos días, pues apenas la miro. Ella, dándose cuenta quizás, me gira suavemente la cara y me besa. Luego me suelta:
            - Hola.
            - Hola - le suelto yo.
            - ¿Estás bien?
            - Ahora sí.
Sonríe, vanidosa. Y susurra:
             -  Tenía muchas ganas de verte.
             -  Yo también a ti.
Esto último es absurdo que lo diga a esas alturas, porque la cara de idiota que presento ya lo indica todo.
Y recordando ahora pienso: ¿Quién es el maldito duende de la madrugada que se ha llevado todo esto tan y tan lejos? ¿Y dónde lo ha llevado? ¿Por qué me despierto en la noche y extiendo la mano como si quisiera encontrarlo?
Al acabar el día se marcha, a seguir su vida “seria”, esa en la que yo no entraba, esa en la que yo no entro; la vida de pareja, que con el tiempo se convierte en matrimonio, la de los niños por venir, la de las noches frías que no lo son tanto, pues está con él. La vida que miro desde lejos, y en el silencio azul de mi tristeza.
Ha pasado ya mucho tiempo, querido lector, pero a veces pienso que sigo allí, en el umbral de aquel bar. Que no me he movido en todo este tiempo, que sigo mirándola y mirando como se refleja el sol de la bonita mañana en su chaqueta de cuero negro, en su pelo recogido, y en su alma de niña perdida.”

E.M.

[Feliz Navidad, cielonautas]

El miedo de la noche


"El estío, cansado, inclina la cabeza
para verse surgir, amarillo, del lago.
Hago mi camino cansado y polvoriento
por las alamedas en penumbra.
El viento titubea y corre entre los álamos.
A mis espaldas, el cielo empieza a enrojecer.
Delante de mí tengo el miedo de la noche.
Y crepúsculo. Y muerte.
Hago mi camino cansado y polvoriento,
y detenida y dudosa queda tras de mí
la juventud, que baja su hermosa cabeza
y se niega a acompañarme."

                                                          Hermann Hesse

Basic blues


"Una brisa errante hace susurrar las hojas,
y advierten que el tiempo está pasando."

                                                       Louis Simpson
                                                                      (del poema "Basic Blues")

Estudio en gris IV


"Soledad es recordar, sin pensar.
Soledad es dejar de ver, dejar de soñar en colores.
Soledad es no fiarte más.
Es contar cada hora de cada noche, sin podérselo contar a nadie.
Y respirar en las nocheviejas, recordando, mientras suenan las campanadas. 
Y descontar los cumpleaños, y cada uno de los fines de semana.
Soledad es mirar a lo lejos, sin ver.
Es añorar el mes de agosto, con sus olores de verano, como se añora un paraíso perdido.
Soledad es escupir sangre en la sala de espera vacía de un hospital a las dos de la madrugada sin saber por qué, y sin nadie "ahí".
Soledad es que no haya más barreras que cruzar.
Y que no te importe."

E.M.

Lux aeterna V


" Y ahora no llores, porque pronto la noche acabará"

                                                                               Fabrizio De André

Good bye



"A las baterías estropeadas de los coches, que así empezó todo, por una casualidad, como todas las historias. A las horchatas inesperadas. Y a los granizados de café, que te hacen pensar toda una noche que algo ha comenzado, también inesperado. 
A los “protagonismos innecesarios” en forma de reproche, pero que me hizo gracia.
A los raspados sobre un lienzo, y mi mirada agradecida a unas piernas, y a unos ojos imposibles de bonitos, junto a un ventilador.
A no poder ver la lista del menú, y que me la leyeras, aquella primera noche. A las vesículas inexistentes descubiertas en una frase.
A las visitas a la playa conduciendo con los nervios de punta todo el trayecto. A la música de Bela Bartok, escuchada a destiempo mientras comemos paella. A la mala colocación de una crema en una espalda, por esa timidez tuya que tanto añoré después. A tu cuerpo mojado por el mar del atardecer, que si no te metes revientas. A la tristeza nada más subir al coche, de regreso, y durante cien kilómetros llevarla a cuestas, como se llevan los pesares de la vida.
Y sobre todo, al “avisa cuando llegues, que me quedo más tranquila”. Que me cogió de sorpresa y me hizo sonreír por vez primera en dos años.
Al “¿Es que no tienes nada que decirme?” con la sonrisita que me bloqueó, y al “dime cosas bonitas” en los momentos de éxtasis.
A las tarjetas de visita entregadas con timidez y nervios de media mañana. A la espera inesperada en los aeropuertos, comido por los nervios.
A las bromas que nunca se realizarán, haciendo como que solo somos amigos. A los nervios ante un examen que ni siquiera hacía yo.
A un paseo por unas calles de mi niñez, treinta y cuatro años después, y en la noche.
A las parejas gays, con quienes comimos en el paraíso. A una fiesta de cumpleaños a la que no podré asistir (ruego me disculpen). Y al baño en una playa al anochecer con tu “no me saques del agua que me congelo”. A las estrellas de esa noche. Y a tu lado más salvaje.
A los palomiteros, a los paelleros, a los cepillos de dientes rosas, a los libros que cuando los abres suena una música leve y pequeña.
A las tazas de Málaga para tu desayuno. A Málaga.
A Jayne, la del “munchunet”, y a tu voz cantando en la noche de una carretera perdida de Almería mientras la buscábamos sin encontrar. A las almendras robadas, que ya no existen. A las camas separadas, que se juntaron.
A Chiquito, que se te escapó vivo y coleando. A caminar contigo por Málaga, y a escalarla, pintando de azul mi alma, dejándome sonriente por dentro. A la elección entre botines o sandalias frente a un espejo, firme aliado de tu vanidad.
A las ensaladas, a los chuletones enormes, a los sitios bonitos para cenas lentas y románticas que tantos conoces tú y que me mostrabas de uno en uno, para no agobiarme.
Al "Na Sobkach Mandjurie" de la banda sonora de la película Urga, esa preciosa canción rusa que asocio a ti, y que canté contigo en mi coche bajo una lluvia de espanto.
A la miel de flores, con su origen dudoso. A la leche de soja. A un pastel de moras imaginado. A los mejillones al vapor, y al puré. Al sonido de un cerdito cada vez que se abre una nevera. A los nachos. A las pizzas bajo un toldo una noche de lluvia, y sentirme vivo aquella vez después de tanto tiempo. Y a los planes que hicimos esa noche. Al posesivo "mi", que ponías siempre antes de mi nombre abreviado, y que echo tanto de menos.
A la única sesión de cine a la que hemos ido, sin que hubiera una segunda vez. Al saco de la risa, que no sabía lo que era hasta que lo experimenté. A mis miradas tímidas sin que te dieras cuenta, mientras estudiabas en mi mesa del salón, pintándolo todo de mil colores, hasta mi alma. A mis masajes en tus pies cansados de caminar el día y la noche.
Al número 13, que me persigue allá dónde vaya, y que fue la fecha del primer beso, y la del último. Dos meses justos.
A mis noches de insomnio, pensando en ti, para intentar no estropearlo. Para aprovechar esta oportunidad como caída del cielo, ese que miro y fotografío.
Al almohadón que me haces traerte y que agarras en la noche. Y a la forma en que te cogías a mí, como si fueras un koala, con las piernas, con los brazos.
A los trogloditas. A los muebles que se mueven un metro. A los círculos grandes. A las partes del cuerpo que no mienten. 
A tu cuerpo desnudo, mirado y remirado mientras dormías, y sin que nunca lo supieras.
A mi olor, ese que decías que tanto te gustaba y volvía loca.
A las caricias en mi brazo mientras conducía, caricias que ya diste con anterioridad, … y que volverás a dar cuando olvides.
Al pedestal, ese en el que te puse, tan alto que no te pude alcanzar jamás (venga a estirar la mano ...).
A las pulseras, tejidas con tiento y ganitas. A las pipas devoradas compulsivamente, a las rodajas de piña, al té verde. A los trols, y su manera de comer. A las bodas sin ganas de ir. Y a ese vestido que quería que te pusieras para ya sabes qué.
A los diez primeros minutos de la película “Su coartada”, que pensábamos seguir viéndola otro día que ya nunca llegará.
A mi bañador naranja, a mi perilla, a mi falta de altura, a mi número 13 colgando del cuello que siempre me quitabas. A Don Quijote, castigado cara a la pared. A mis vasos, que te horrorizaron.
A los ñus, ese estúpido animal que siempre se pone a beber agua en el río al lado del cocodrilo. Y que sigue haciéndolo una y mil veces, aún sabiendo que va a morir.
A las fotos de carné, “para que la lleves”. A tus “tengo ganas de verte”. A tus signos de asterisco a la hora de escribir tacos en un teléfono. Sólo las primeras veces, que luego cambiaste.
A las francesas, que supieron y callaron.
A tu locura. A la mía. A mis dramas. A tus comedias.
Al “Grumpy Cat”. Al “Hola k ase”. Y al perrito de la boca abierta. A tus uñas pintadas, a tus pestañas postizas, esas que te has comprado para reírte de ti misma un poco.
Al inframundo. Al paseo por mis calles mientras llevabas mi ropa interior puesta. Al sillón del mal, desde el que domino el mundo, y al camino del mal, por el que lo recorro.
A las sábanas impregnadas de ti, que no quise cambiar aquel día. A la planta de romero, que murió de pena hace unos días.
A tus ojos, y a tu eterna sonrisa de caprichosa. Al “pajilleitor plus”, y a la “batamanta”, y a tu risa sin parar con ambos.
A tu habilidad para haberme sacado, como tú dijiste una vez, de mi vida de mierda.
Al mes de agosto, en el que me gustaste tanto. Y al de septiembre, que me rompió el alma de nuevo.
Y a lo que ya no haremos: a no poder conocer tu cueva,… y poder repetir aquel día. A no recorrer los países soñados para viajar, aquella noche de fantasía. A no pasar la Navidad en Cádiz. Ni el verano en Escocia.
A todas las diosas de ébano del mundo. Y a ti la primera de ellas, aunque no seas negra.
A los baños de espuma, y a los sorbetes de limón compartidos en un sofá viendo la puesta de sol. A sentir de nuevo que había alguien “ahí”, recordándome que me cuidara.
Y al momento más mágico de todos los vividos: aquel en el que, tumbados en la noche y en la oscuridad, apretabas levemente y a intervalos mi mano susurrando: “otro … otro …otro …”.
Y, finalmente, a la última vez que te vi, chica de la camiseta de flores, apoyado en mi coche y mirando cómo te alejabas. Sin volver la cabeza hacia mí ni una sola vez.
Ni una sola vez."

E.M.

Cada loco con su tema


"Cuando te vi girar al final de la calle
supe que una época había terminado y yo la sentía como una eternidad
solamente para entender que tenía miedo de ser un simple chico más.
 

Hice lo mejor para tratar de sonreír,
pero en el fondo de mi corazón
sentí que gritaba toda una multitud.
Creo que no podía vivir sin las cosas que hicieron de mi vida lo que es.

No puedo oírte llamando.

Todos están bailando.
Pero esta noche todo ha terminado,
me siento muy joven.

Aún así no puedo ir a la cama sin pensar que estuve equivocado
y cuando aparece este sentimiento mi mundo se convierte en otro.
En la noche, no puedo abrazarte de nuevo.
Tengo un buen amigo que dice no poder creer toda esa cantidad de amor que siento,
que no es suficiente para que terminen tus miedos.
Creo que no podía vivir sin las cosas que hicieron de mi vida lo que es.

No puedo oírte llamando.
Todos están bailando.
Pero esta noche todo ha terminado,
me siento muy joven.


Los tiempos difíciles han llegado y no me dejan esta noche
Desearía saber lo que estaba haciendo
solamente dejar que este espíritu sobreviviera

Todos están bailando.
Creo que no podía vivir sin las cosas que hicieron de mi vida lo que es.

No puedo oírte llamando.
Todos están bailando.
Pero esta noche todo ha terminado,
me siento muy joven."


Letra de "Too Young" del grupo francés Phoenix

Al Ándalus


Fotografía tomada al inicio de la mañana en una casa rural cerca de Vélez-Rubio, en la provincia de Almería, y de camino a Málaga.

Tocar el cielo


Esta fotografía la realicé ayer tarde, mientras estaba tumbado en mitad de un campo, mirando hacia arriba.
Y con ese cielo imposible de azul y bonito, que me apeteció acariciar.
... y así lo hice.

Lux aeterna IV


"He told me sweet lies of sweet loves
heavy with the burden of the truth
and he spoke of his dreams
broken by the burden
broken by the burden of his youth.
I wear it like a tattoo
I wear it like a tattoo ..."

Extracto de la letra de "Like A Tattoo" de Sade, una canción serena, con pausa, para escuchar a oscuras.

Cruce de destinos III


Para "la chica de la camiseta de flores", que hace 20 días emprendió la casi imposible tarea de hacer que volviera a ilusionarme. Tu positividad, emoción e interés hacia mí en estos momentos nunca podré agradecértelo lo suficiente. 
Y sintiendo realmente, por circunstancias exclusivamente mías, no estar a la altura que te mereces.
Y también (esto sé que te va a gustar, vanidosa): por ser tan salvajemente guapa.

Hiroshima mon amour


[No sé por qué pero cuando realicé esta foto enseguida me recordó la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, de la que en cuatro días precisamente se cumple el 70 aniversario. Fue el 6 de agosto de 1945, a las 8:15 a.m. cuando el mundo se detuvo, para empezar a girar ya de otra manera. No solo significó el final de la Segunda Guerra Mundial, marcó un antes y un después en la Historia.
Sirva esta foto como homenaje a las víctimas.
Y añadir que el título lo he tomado prestado de la película de Resnais.]

Hic et nunc


[Esta fotografía la realicé hace dos días, desde la cama y a través de la ventana, estando muy, muy enfermo].

Game over


"Hoy me han dicho que estás lejos,
y he corrido a esconderme
para que nadie me vea llorar,
para no responder a lo imposible.

Hoy sé que se puede
morir un poquito de pena,
ver rasgarse mi alma
y no poder hacer nada.

Hoy quiero acabar rápido
mis tareas y locuras.
Desaparecer de la vista,
 desencontrarme a mí mismo.

Y ahí, escondido, echarte de menos, 
sabiendo que andas con alguien
descubriendo un país amarillo,
dejándome atrás, olvidado."

                                                 E.M.

[Mil perdones. Cuando la pena te ahoga, sale escribir estas cosas.]

Wild wood


[Fotografía tomada en un bosque alemán, ideal para ilustrar esa maravilla de canción que es "Wild Wood" de Paul Weller. Y colgada hoy, un día de despedidas]

No estar


"No estar ahí. 
No estar.
No estar en tus nocheviejas, susurrando deseos incumplidos, y bebiendo burbujas y felicidad pasajeras entre toda esa gente que no conozco. Y mirarte entre el ruido, el confeti y las botellas descorchadas con estampidos de petardos, que asustan.
No estar contigo en los días de viento y frío del otoño, cuando los gatos y los perros y los pájaros se esconden de vergüenza.
No estar en cada fin de semana de proyectos atrevidos.
No estar en tus días de verano y de playa, cuando la arena se vuelve amarilla y el cielo se vuelve amarillo, y el calor aprieta pero no ahoga, como dicen que hace Dios. Y mojar tu pelo entre risas y enfados.
No estar a tu derecha ni a tu izquierda, en un coche, en la mesa de un restaurante turco, en un cine de palomitas y oscuridad. 
No despertar por la mañana y ver cómo amaneces, enfurruñada y molesta. Y curarte el enfado con un desayuno de los que sé que te gustan.
No estar en tu cumpleaños, agarrando con mis manos nerviosas un pequeño paquete que las personas amables llaman "sorpresa". Y ver qué mirada pones al recibirlo, y tragar saliva de pura felicidad, y besarte luego.
No estar en los días largos y tediosos de compras, esperando fuera de los probadores: "¿Crees que me sienta bien? ¿Te gusta? ¿Éste o éste?".
No viajar contigo a países verdes,  y descubrirlos a pequeños pasos mientras quedamos admirados, con las bocas abiertas de par en par, y las miradas curiosas.
No estar lo suficientemente cerca para oler tu pelo, rozar tu espalda, y acariciar tus orejas, como les gusta a las gatas y los gatos.
No estar para escribirte pequeñas notas en papeles diminutos, y medio esconderlas, para que las encuentres, que ahí reside la gracia.
No estar cuando caes enferma. Ni cuando te pones buena, que tienes ganas de correr y saltar y gritar.
No ser solución a tus problemas, que son los míos. No saber qué libro lees, qué estarás haciendo ahora mismo, si tus sueños se han cumplido, si te imaginabas acaso todo esto.
No estar cerca de tus lágrimas, cuando sé que las has echado. Para abrazarte, para que olvides. Y morirme de rabia por no poder estar.
No estar cerca de tus silencios, en silencio. 
No ser motivo de tu risa, esa que tanto me gusta, porque no estoy.
No estar en tus fracasos, en tus enfados cuando no quieras verme, en tus costumbres, en tus momentos serenos, de vainilla. 
No estar para matar tus temores, para hacer que se cumplan tus deseos, para curar tus nervios, cuando se los curo a los demás.
No estar para preguntarte si hace años, antes de conocerme, me imaginabas, como yo te imaginaba a ti.
No estar.
No estar ahí, 
ni tampoco aquí, 
... porque no estás."

E.M.

Jirones I


“Un recuerdo: estoy en casa y decido en un momento hacerlo. Así que me cambio de ropa rápidamente y salgo a toda velocidad. Es casi verano y corro por las calles despavorido porque voy mal de tiempo y sé que no dispongo de mucho para llegar al lugar por dónde sé que ella va a pasar. Y lo hará en unos minutos concretos, eso es seguro. Así que corro sin parar por las calles, saltándome algún que otro semáforo y escuchando la pitada de algún que otro coche. La sudada que pillo es monumental, y noto que ya no estoy en la forma en la que estaba hace unos años.
Pero llego justo a tiempo, justo cuando ella está cruzando una calle por la que yo sabía que tenía que pasar.
Se muestra sorprendida pero contenta de que yo esté ahí, pero mis jadeos por la alocada carrera no me permiten en unos minutos darle la explicación. Cuando lo consigo, hasta a mí me parece la mayor ridiculez que he dicho en mi vida. 
- Quería verte antes de que acabara el día. Y no lo he pensado. Ha sido un impulso.
Disponemos de poco tiempo. La acompaño y luego nos despedimos con miradas azules y caricias rápidas, como siempre.
El camino de vuelta a casa es más sosegado, más tranquilo, pero no dejo de pensar que lo que acabo de hacer es más propio de un crío de quince años que de mí.
Y una tremenda tristeza se apodera de mi alma, esa misma sensación de vacío que hoy en día me sigue acompañando.”

E.M.

Estudio en blanco y negro

"En blanco y negro son los trajes de los arlequines, y los dos ejércitos del ajedrez sobre sus treinta y dos casillas blancas y sus treinta y dos casillas negras. 
En blanco y negro es el cine clásico de Casablanca, y el de aquel ciudadano llamado Kane.
También en blanco y negro son las teles antiguas, que si no te acuerdas de ellas es que eres joven, y tus recuerdos son todavía blancos y no negros, como los de los viejos.
Es de color negro y de color blanco el café con leche, el as de picas, los dados blancos con sus puntitos negros del parchís, el caballero de la mano en el pecho y las letras que lees en los libros que te gustan, sobre sus páginas blancas.
La sombra negra que proyectas sobre las arenas blancas de esa playa que visitas para olvidar. El traje simpático de las cebras, que aunque parezca mentira no hay dos iguales; y el buen jazz, que pueden tocar blancos y negros por igual, mirando las notas musicales negras sobre el pentagrama blanco.
Más: la luna blanca sobre la noche negra y transfigurada de Schönberg, y las golondrinas de Bécquer, esas que sabían nuestros nombres, pero que por la tristeza de vernos separados no quisieron volver jamás.
Y recuerdo el blanco de tus ojos negros, y tu corazón, que también era en blanco y negro: blanco, cuando me amaste; y negro cuando me abandonaste.
Y la luz blanca de los faros del coche sobre el negro asfalto cuando conduzco de noche y te recuerdo, tantas y tantas veces.
El ying y el yang de los orientales, midiendo el tiempo y el espacio en esa lucha eterna entre la ausencia de luz y la suma de todos los colores.
Piénsalo, que hay muchas cosas que combinan el blanco y el negro: la tinta negra de los calamares blancos, las firmas importantes sobre blancos documentos, la bandera a cuadros que se agita en el aire cuando llegan a la meta los Fórmula 1, creyendo que han hecho algo importante; Joe Cocker, que era un blanco con la voz de un negro; el teclado del piano de Chopin, con sus teclas blancas y sus teclas negras.
Y el cielo, que a veces también se pone antiguo, como el de la foto que hoy te regalo. Ojalá que esta noche negra, cuando vayas a dormir, tengas sueños blancos y suaves. Y que tu pelo negro vuelva a posarse sobre tu cuello blanco, tal y como lo recuerdo."

E.M.

Cumbres borrascosas I


"Si me siento herido, déjame sentirlo.
Si me siento triste, deja que corran mis lágrimas.
Si soy estúpido, deja que lo sea.
Si me aburro, déjame mostrarlo.
Si soy malo, déjame serlo.
Si estoy seguro, déjame decirlo."

Letra de "Jump" de Kylie Minogue

[Me encanta esta canción. Otra de "baile de ojos cerrados", suavemente. Y sobre todo por la presencia del bajo en toda ella. De hecho, creo que es una canción diseñada para ese instrumento exclusivamente].

En un país lejano II


Fotografía tomada en un prado perdido de Ottersberg, un lugar en el que parecía haberse detenido el tiempo, sentado sobre un banco de madera, bajo un cielo gris, y rodeado por una niebla espesa y misteriosa. Con un silencio casi total, roto solamente por el sonido de un riachuelo cercano.
La foto "En un país lejano I"  la tomé mientras echaba de menos a alguien que estaba lejos, en otro país. La presente fotografía está realizada por el mismo motivo.

Hipnotizado


"Parece un sueño,
que me tiene hipnotizado"

Estribillo de "Hypnotized" de Fleetwood Mac

[Los sinestésicos presentan una mezcla de sentidos en sus percepciones, algo muy curioso: "ven" sabores, "oyen" colores o "huelen" sonidos. Yo no lo soy, pero imagino esta música, no sé por qué, en tonos rojos, naranjas y amarillos. Tonos cálidos.
Y es que me encanta esta canción. Es música para escuchar alta. Música de ojos cerrados, contoneos suaves, sensualidad de caricias, ... y persianas bajadas.]

Vida de una planta


Así es como ve el mundo y el cielo mi planta. Que lleva conmigo, viviendo todos mis momentos de los doce últimos años. Si pudiera hablar ..., pero calla sin remedio porque la tengo amenazada con trasplantarla a un lugar en el que no pueda ver el cielo. Y, claro está, se ha hecho como su dueño, y no le hace gracia.

Skyline


Sunday on another planet VI


"Un recuerdo.
Caminamos por la calle uno junto al otro. Yo ando enfurruñado ese día. Tú guardas silencio, pero puedo escuchar perfectamente a tu cabecita maquinar. 
Y entonces haces ese gesto que tanto me gusta que hagas, ese que hace que me olvide de todo y de todos, menos de ti. Ese pequeño gesto que hace que me muera de la risa y que te convierte en una niña pequeña y adorable: extiendes tu dedo índice y con un movimiento rápido lo clavas en mi mejilla mientras susurras 'pom'."

E.M.

In the blue distance


" In The Blue Distance de Mark Isham es una canción que me remueve y conmueve. Música de atardecer y nostalgia. A los dos minutos y medio de canción, justo cuando parece que vaya a acabar tras dos segundos de silencio, retoma la música para la parte final. Y es cuando te desarma. Porque regresan esos momentos de caricias de suave arena, y de besos y miradas sobre la hierba, con la cabeza apoyada en su bolso. Momentos perdidos para siempre, que nunca más se repetirán. 
Y es cuando, finalmente, sientes lo que se expresa tan bien en el título: que la pena te ahoga, que estás ... en la triste distancia."

E.M.

Sol guardado


"Encontrarte aquí de nuevo,
tras los silencios y los recuerdos,
para poder poner en tu mano
el sol que para ti llevo guardando
desde mi último verano."

                                                                        E.M. 

Escenas olvidadas


"Son escenas olvidadas,
repetidas tantas veces.

No se ama a los sumisos,
simplemente se les quiere.

Dame un abrazo bien fuerte,
nunca lamentes ni olvides.

Con la cabeza bien alta,
deja que guarde esa lágrima".

Letra (extracto) de "Escenas olvidadas" de Golpes Bajos.

[Es escuchar los primeros compases de esta canción y ponerme a bailar sobre el mismo ladrillo, con los pies juntos y los ojos cerrados. Tal y como la bailábamos en mi adolescencia en las discotecas de moda, hace treinta años.]

El lago


[Esta fotografía la tomé en un lago de Málaga el 8 de abril de 2012, a las ocho y doce minutos de la tarde exactamente, cuando ya anochecía. Aún recuerdo la quietud de aquel momento, el agua fría, el silencio, las montañas haciéndose carbón negro, y un cielo imposible de bonito.
Para ilustrarla un poco os dejo un extracto de “El Lago” de Ray Bradbury, que es uno de los relatos breves más bonitos que conozco. Habla del amor y de la pérdida, y de los espíritus y los recuerdos, que siempre regresan; o quizás, es que nunca se fueron.]

“La ola me encerró apartándome del mundo, de los pájaros del cielo, los niños de la arena, mi madre en la playa. Hubo un momento de silencio verde. Luego la ola me devolvió al cielo, a la arena, a los niños que gritaban. Salí del lago y el mundo me esperaba aún, y apenas se había movido entretanto.
Pensé en Tally, que nadaba alejándose en el agua, en el último mes de mayo, las trenzas como estelas, rubias. Se iba riendo, y el sol le iluminaba los hombros menudos de doce años. Pensé en el agua que se aquietó de pronto, en el socorrista que se zambullía, en el grito de la madre de Tally, y en Tally que nunca salió …
El socorrista trató de sacarla, de convencerla, pero Tally no vino. El socorrista regresó con unos trozos de algas en los dedos de nudillos gruesos, y nada más. Tally se había ido y no se sentaría cerca de mí en la escuela, nunca más, ni correría detrás de la pelota en las calles de ladrillo, las noches de verano. Se había ido demasiado lejos, y el lago no permitiría que volviese.
Y ahora en el otoño solitario, cuando el cielo era inmenso y el agua era inmensa y la playa tan larga, yo había ido allí por última vez, solo.
La llamé una y otra vez. ¡Tally, oh, Tally!
El viento me sopló dulcemente en las orejas, como sopla el viento en la boca de los caracoles, que murmuran. El agua se alzó, me abrazó el pecho, luego las rodillas, subiendo y bajando, succionando bajo mis talones.
-¡Tally! ¡Vuelve, Tally!
Yo solo tenía doce años. Pero sabía cuánto la había querido. Era ese amor que llega cuando el cuerpo y la moral no significan nada todavía. Ese amor que se parece al viento y al mar y a la arena, acostados y juntos para siempre. La materia de ese amor era los días largos y cálidos en la playa, y el zumbido tranquilo de los días monótonos en la escuela. Todos los largos días del último otoño cuando yo le había llevado los libros a casa desde la escuela.
¡Tally!
La llamé por última vez. Me estremecí. Sentí el agua en la cara y no supe cómo era posible.”

"El lago" (extracto)
Ray Bradbury