Dedicado a alguien que es como las amapolas: de campo, asilvestrada, fuerte, potrosa, ... y muy bonita.
Y por ser la única en conocer el motivo por el que hago fotos al cielo.

Translated Skies

Good bye



"A las baterías estropeadas de los coches, que así empezó todo, por una casualidad, como todas las historias. A las horchatas inesperadas. Y a los granizados de café, que te hacen pensar toda una noche que algo ha comenzado, también inesperado. 
A los “protagonismos innecesarios” en forma de reproche, pero que me hizo gracia.
A los raspados sobre un lienzo, y mi mirada agradecida a unas piernas, y a unos ojos imposibles de bonitos, junto a un ventilador.
A no poder ver la lista del menú, y que me la leyeras, aquella primera noche. A las vesículas inexistentes descubiertas en una frase.
A las visitas a la playa conduciendo con los nervios de punta todo el trayecto. A la música de Bela Bartok, escuchada a destiempo mientras comemos paella. A la mala colocación de una crema en una espalda, por esa timidez tuya que tanto añoré después. A tu cuerpo mojado por el mar del atardecer, que si no te metes revientas. A la tristeza nada más subir al coche, de regreso, y durante cien kilómetros llevarla a cuestas, como se llevan los pesares de la vida.
Y sobre todo, al “avisa cuando llegues, que me quedo más tranquila”. Que me cogió de sorpresa y me hizo sonreír por vez primera en dos años.
Al “¿Es que no tienes nada que decirme?” con la sonrisita que me bloqueó, y al “dime cosas bonitas” en los momentos de éxtasis.
A las tarjetas de visita entregadas con timidez y nervios de media mañana. A la espera inesperada en los aeropuertos, comido por los nervios.
A las bromas que nunca se realizarán, haciendo como que solo somos amigos. A los nervios ante un examen que ni siquiera hacía yo.
A un paseo por unas calles de mi niñez, treinta y cuatro años después, y en la noche.
A las parejas gays, con quienes comimos en el paraíso. A una fiesta de cumpleaños a la que no podré asistir (ruego me disculpen). Y al baño en una playa al anochecer con tu “no me saques del agua que me congelo”. A las estrellas de esa noche. Y a tu lado más salvaje.
A los palomiteros, a los paelleros, a los cepillos de dientes rosas, a los libros que cuando los abres suena una música leve y pequeña.
A las tazas de Málaga para tu desayuno. A Málaga.
A Jayne, la del “munchunet”, y a tu voz cantando en la noche de una carretera perdida de Almería mientras la buscábamos sin encontrar. A las almendras robadas, que ya no existen. A las camas separadas, que se juntaron.
A Chiquito, que se te escapó vivo y coleando. A caminar contigo por Málaga, y a escalarla, pintando de azul mi alma, dejándome sonriente por dentro. A la elección entre botines o sandalias frente a un espejo, firme aliado de tu vanidad.
A las ensaladas, a los chuletones enormes, a los sitios bonitos para cenas lentas y románticas que tantos conoces tú y que me mostrabas de uno en uno, para no agobiarme.
Al "Na Sobkach Mandjurie" de la banda sonora de la película Urga, esa preciosa canción rusa que asocio a ti, y que canté contigo en mi coche bajo una lluvia de espanto.
A la miel de flores, con su origen dudoso. A la leche de soja. A un pastel de moras imaginado. A los mejillones al vapor, y al puré. Al sonido de un cerdito cada vez que se abre una nevera. A los nachos. A las pizzas bajo un toldo una noche de lluvia, y sentirme vivo aquella vez después de tanto tiempo. Y a los planes que hicimos esa noche. Al posesivo "mi", que ponías siempre antes de mi nombre abreviado, y que echo tanto de menos.
A la única sesión de cine a la que hemos ido, sin que hubiera una segunda vez. Al saco de la risa, que no sabía lo que era hasta que lo experimenté. A mis miradas tímidas sin que te dieras cuenta, mientras estudiabas en mi mesa del salón, pintándolo todo de mil colores, hasta mi alma. A mis masajes en tus pies cansados de caminar el día y la noche.
Al número 13, que me persigue allá dónde vaya, y que fue la fecha del primer beso, y la del último. Dos meses justos.
A mis noches de insomnio, pensando en ti, para intentar no estropearlo. Para aprovechar esta oportunidad como caída del cielo, ese que miro y fotografío.
Al almohadón que me haces traerte y que agarras en la noche. Y a la forma en que te cogías a mí, como si fueras un koala, con las piernas, con los brazos.
A los trogloditas. A los muebles que se mueven un metro. A los círculos grandes. A las partes del cuerpo que no mienten. 
A tu cuerpo desnudo, mirado y remirado mientras dormías, y sin que nunca lo supieras.
A mi olor, ese que decías que tanto te gustaba y volvía loca.
A las caricias en mi brazo mientras conducía, caricias que ya diste con anterioridad, … y que volverás a dar cuando olvides.
Al pedestal, ese en el que te puse, tan alto que no te pude alcanzar jamás (venga a estirar la mano ...).
A las pulseras, tejidas con tiento y ganitas. A las pipas devoradas compulsivamente, a las rodajas de piña, al té verde. A los trols, y su manera de comer. A las bodas sin ganas de ir. Y a ese vestido que quería que te pusieras para ya sabes qué.
A los diez primeros minutos de la película “Su coartada”, que pensábamos seguir viéndola otro día que ya nunca llegará.
A mi bañador naranja, a mi perilla, a mi falta de altura, a mi número 13 colgando del cuello que siempre me quitabas. A Don Quijote, castigado cara a la pared. A mis vasos, que te horrorizaron.
A los ñus, ese estúpido animal que siempre se pone a beber agua en el río al lado del cocodrilo. Y que sigue haciéndolo una y mil veces, aún sabiendo que va a morir.
A las fotos de carné, “para que la lleves”. A tus “tengo ganas de verte”. A tus signos de asterisco a la hora de escribir tacos en un teléfono. Sólo las primeras veces, que luego cambiaste.
A las francesas, que supieron y callaron.
A tu locura. A la mía. A mis dramas. A tus comedias.
Al “Grumpy Cat”. Al “Hola k ase”. Y al perrito de la boca abierta. A tus uñas pintadas, a tus pestañas postizas, esas que te has comprado para reírte de ti misma un poco.
Al inframundo. Al paseo por mis calles mientras llevabas mi ropa interior puesta. Al sillón del mal, desde el que domino el mundo, y al camino del mal, por el que lo recorro.
A las sábanas impregnadas de ti, que no quise cambiar aquel día. A la planta de romero, que murió de pena hace unos días.
A tus ojos, y a tu eterna sonrisa de caprichosa. Al “pajilleitor plus”, y a la “batamanta”, y a tu risa sin parar con ambos.
A tu habilidad para haberme sacado, como tú dijiste una vez, de mi vida de mierda.
Al mes de agosto, en el que me gustaste tanto. Y al de septiembre, que me rompió el alma de nuevo.
Y a lo que ya no haremos: a no poder conocer tu cueva,… y poder repetir aquel día. A no recorrer los países soñados para viajar, aquella noche de fantasía. A no pasar la Navidad en Cádiz. Ni el verano en Escocia.
A todas las diosas de ébano del mundo. Y a ti la primera de ellas, aunque no seas negra.
A los baños de espuma, y a los sorbetes de limón compartidos en un sofá viendo la puesta de sol. A sentir de nuevo que había alguien “ahí”, recordándome que me cuidara.
Y al momento más mágico de todos los vividos: aquel en el que, tumbados en la noche y en la oscuridad, apretabas levemente y a intervalos mi mano susurrando: “otro … otro …otro …”.
Y, finalmente, a la última vez que te vi, chica de la camiseta de flores, apoyado en mi coche y mirando cómo te alejabas. Sin volver la cabeza hacia mí ni una sola vez.
Ni una sola vez."

E.M.

Cada loco con su tema


"Cuando te vi girar al final de la calle
supe que una época había terminado y yo la sentía como una eternidad
solamente para entender que tenía miedo de ser un simple chico más.
 

Hice lo mejor para tratar de sonreír,
pero en el fondo de mi corazón
sentí que gritaba toda una multitud.
Creo que no podía vivir sin las cosas que hicieron de mi vida lo que es.

No puedo oírte llamando.

Todos están bailando.
Pero esta noche todo ha terminado,
me siento muy joven.

Aún así no puedo ir a la cama sin pensar que estuve equivocado
y cuando aparece este sentimiento mi mundo se convierte en otro.
En la noche, no puedo abrazarte de nuevo.
Tengo un buen amigo que dice no poder creer toda esa cantidad de amor que siento,
que no es suficiente para que terminen tus miedos.
Creo que no podía vivir sin las cosas que hicieron de mi vida lo que es.

No puedo oírte llamando.
Todos están bailando.
Pero esta noche todo ha terminado,
me siento muy joven.


Los tiempos difíciles han llegado y no me dejan esta noche
Desearía saber lo que estaba haciendo
solamente dejar que este espíritu sobreviviera

Todos están bailando.
Creo que no podía vivir sin las cosas que hicieron de mi vida lo que es.

No puedo oírte llamando.
Todos están bailando.
Pero esta noche todo ha terminado,
me siento muy joven."


Letra de "Too Young" del grupo francés Phoenix