"Mirarte.
Mirarte con los ojos del alma, si la tuviera.
Mirarte en las fotografías de otros días, en las que no mueves los ojitos ni escucho tu risa de confeti; en las que la mano no se calienta al tocarte, pues la imagen es fría.
Mirarte porque quiero, y porque no puedo no hacerlo.
Mirarte en mis recuerdos, cerrando mis ojos, con el pelo recogido y girando tu cabeza, para mirarme.
Mirarte en las playas, y en los campos, y en la ciudad que transito, paso a paso.
Mirarte sereno, a veces sonriente, a veces triste, siempre añorante.
Mirarte cuando no puedo más con lo oscuro de la vida, con esas cosas que te pasan, y que te arrugan. Mirarte me hace bien, y por eso lo hago tanto. Aunque sepa que no sirva de nada, y mi vida no vuelva a ser de color azul claro.
Pero sí, mirarte.
Porque sí. Porque has sido, y eres, pedazo suave de mi anatomía.
¿Cómo sería posible no mirarte?
¿Cómo no mirar y recordar la belleza y tus miradas? ¿Cómo olvidarlas?
Mirarte, sí.
Mirarte todo el día.
Y toda la noche."
E.M.
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